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En mi ciudad hay un muro que separa dos mundos.Hace años la vida de dentro era más intensa que ahora, miles de trabajadores rompian la espalda haciendo barcos, entraban por unas pequeñas puertas robadas al gran muro. Hoy las huellas de alguno de ellos quedan permanentes en el suelo sin terminar que lo rodea. El gran muro nos separa del mar, de la actividad diaria de la madrugada
Cuando el sol sale, ilumina una parte antigua que ya esta derribada, sólo quedan una puerta histórica y árboles a través de los cuales vemos las grandes gruas que mueven el hierro. El sol me siluetea las líneas y los árboles, le da vida a los desconchados del gran muro pintado de blanco debajo de una multitud de pintadas, cada una más artística que la vecina.
Un trabajador proyecta su sombra al lado del muro, sólo uno, como símbolo del número real que hay dentro, suerte que este con su cansino andar no me ha roto la hoja del otoño que encontré a los pies del muro de mi ciudad.
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